A veces pienso que el ser banal es la opción.
Uno no se tiene que preocupar por muchas cosas y la mente no es una condena, eso es algo seguro.
Creo que a veces la vida sería más fácil de esa manera, llevarse las cosas tranquilas y sin preocupaciones: si sucede bien, si no, también.
Suena atractivo, sin complicaciones.
Y no es que no las haya, es que no las vemos dentro de nuestro pequeño mundo superficial, unidimensional, donde las cosas son perfectas por naturaleza.
Miedo, estoy sonando como ciertas personas que conozco y a quienes he criticado a morir.
Sin embargo, aún dentro de mi banalidad utópica no se llega a la pendejez, como aquellos ejemplares hacen frecuentemente.
Eso sí, estoy seguro de que la ignorancia es un don.
Muchas veces el conocimiento no es algo bueno, y entre más sabemos, más nos vamos modificando, alejándonos de nuestro modelo original, marcados para siempre.
Y una vez sumergido en él, su comportamento es análogo al de las arenas movedizas, hasta que terminamos atrapados, perdidos.
Es por eso que digo que querer perder la ignorancia es una cosa peligrosa.
Ojalá pudiera regresar a esa época, cuando era iluso, ingenuo, inocente, ignorante.
Cuando nada parecía imposible, cuando aún creía en todo y en nada al mismo tiempo.
Ojalá...
Ojalá.
